Horizontes perplejos,
contemplaron su marcha hacia el alba.
Mientras brillaban las lágrimas de su adiós,
un último suspiro endulzó el aire una vez más.
Una última mirada para contemplar la figura impoluta de su ser.
Otros dioses, ya lejanos,
dieron matices a sus ojos,
que dormían en la perfecta soledad.
Y la silueta de la Luna se dibujó en su rostro...
Un viejo amor, que cobijó sus sueños,
la espera, en el ocaso.
para A.R.
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